martes, 14 de septiembre de 2010

Sentires

Jaime Ricaurte



En breve recorrido por los barrios La Cruz y La Honda, el acercamiento a las tiendas es con el propósito de que algunas personas, entre ellos los tenderos y sus familias impriman en hojas, dibujos que den cuenta del cómo se imaginan y cómo ven este espacio desde lo que conocen, desde lo que ven, desde la manera como los habitantes asumen, se imaginan y objetivan el lugar donde trabajan, hacen sus labores cotidianas y duermen. En algunas ocasiones acceder a este lugar se hace un poco difícil, ya que el tendero no conoce otra relación que la que proporciona la venta de un producto, y entrar con una propuesta diferente rompe inmediatamente con la actividad que se desempeña en un día normal. Esto supone un contrato por dinero para vender y adquirir el producto necesitado en el momento. Existe sí una relación de solidaridad que es notable generalmente entre los habitantes del sector, son aquellas personas que habitan casas cerca o relativamente cerca a la tienda donde se abastecen diariamente, son sus vecinos quienes tienen un contacto directo dentro de cada una de sus vidas y practicas cotidianas, esto se debe a la proximidad en la que se encuentran el uno del otro. Así como también el tiempo es determinante en las relaciones de confianza que aquí se construyen. La antigüedad en el sector donde se reside es una variable fundamental, lo que muestra principalmente un “anclaje” que hace que las relaciones sean más fuertes entre vecinos habitantes de una misma cuadra y esto se extiende gradualmente hacia la manzana proyectándose en cierto modo al barrio. La posibilidad de afianzar los vínculos entre vecinos se hace más fuerte y seria dependiendo fundamentalmente del tiempo que se ha residido en la cuadra, manzana o barrio.
La ciudad existe, pero está ahí, abajo. Aquí se vive diferente, la desagregación causada por ese desplazamiento de un lugar a otro para ocupar y construir nuevos espacios interfiere seriamente en las relaciones sociales que se empiezan a consolidar a través del tiempo. Aquí se come diferente, se ríe diferente, la ciudad pasa por las calles en los colectivos que llevan gente al centro de la ciudad y las vuelven a traer al barrio, donde se mezclan el humo de los carros con el de la leña que sale de las casas donde no hay luz ni gas para cocinar, pero no sólo eso se mezcla, se diluyen también los olores, los colores, sabores, pintas, modos de ser y hacer, trabajos y las propias personas. Todo esto permite un cruce interesante lleno de vidas, de lugares diferentes que proceden y no dejan de proceder, es una constante que gira como una rueda imperfecta a la que se le hace mas duro el camino por la falta de oportunidades y posibilidades de vida y es por eso que la ciudad permanece abajo y “los otros” allá arriba, tratando de hacer mas digna su vida, así como los de abajo, para vivir como los de abajo, pero arriba en la periferia donde también se construyen territorios espacios y lugares para que todos participemos y cualquiera pueda sentirse también parte de la ciudad sin tener la necesidad de poseer lo cómodo que ella misma “ofrece”.

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